EL SANTO DE LA ESPADA
Hay en San Martín una gloria mayor que la de haberse medido con la montaña y con el mar, o que la de haber vencido, con soldados que él sacó de la nada, a las armas españolas que habían vencido a Napoleón, destrozando así el imperio secular de los reyes en el Nuevo Mundo. Esa otra gloria más grande es la virtud, excepcional en un guerrero, de haber sabido vencerse a sí mismo y haber renunciado a los ascensos, los honores y los premios del triunfo en todos los lugares en que venció; haber domado de tal modo su carne que no tuvo la fruición del mando, ni del dinero, ni de la lujuria, como la tuvieron tantos otros vencedores militares; haber sabido sobreponerse a la adversidad cuando se eclipsó su estrella, coronando su vida en el destierro, en la soledad y la pobreza, con el caritativo silencio de los maestros espirituales.
...
Sobrellevó enfermedades, trabajos, pobrezas, ingratitudes y calumnias, con impresionante resignación. De entre esos fuegos salió purificado como los metales más nobles, y en ello consistió su santidad.Renunció a sueldos, ascensos, mandos, premios y honores. Le regaló Chile diez mil pesos, y él los donó para una biblioteca pública; le regaló una chacra, y destinó sus frutos a costear un vacunador y un hospital de mujeres. A su capataz de Los Barriales ordenábale desde Europa, siendo él pobre, dar de comer a los pobres del lugar, con las cosechas de la finca. En el campo de Maipú, abrazó al vencido general Osorio; en la cárcel de San Luis quitó él mismo las cadenas a un prisionero realista; en la conferencia de Punchauca brindó por la reconciliación con España.
Tal es la virtud de este santo laico.
Ricardo Rojas
No hay comentarios:
Publicar un comentario